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El Eternauta: cómo se creó la nevada mortal que congeló Buenos Aires

 El Eternauta: así se creó la nevada mortal que congeló Buenos Aires

CINE TV

Por qué hacer nevar en pleno siglo XXI fue uno de los mayores desafíos técnicos del cine argentino

En El Eternauta, la nieve no es solo un telón de fondo: es protagonista. Tan esencial como Juan Salvo, los cascarudos o los Manos, esa “nieve mortal” es el apocalipsis en forma de copos. Pero transformar Buenos Aires en un páramo blanco, silencioso y letal no fue solo una cuestión de guion: fue una hazaña técnica sin precedentes.

“Fue un desafío gigante hacer nevar desde cero en una ciudad viva, real, donde todo está en movimiento. Y que esa nieve, además, no pareciera agua, sino ceniza”, cuenta Nicanor Enriquez, líder del equipo de efectos especiales del proyecto.

Hacer nevar donde nunca nieva

No se trataba de una simple escenografía navideña. El equipo necesitaba varios tipos de nieve para distintas escenas: nieve que cayera, nieve que cubriera por completo escenarios, nieve que dejara huellas, nieve que no se humedeciera con el tiempo.

“Probamos materiales durante cinco meses. Nos quedamos con cuatro, cada uno con funciones específicas”, explica Enriquez. Uno de los mayores retos era lograr ese aspecto de superficie inmaculada, como si nadie hubiera pisado jamás ese suelo. “Si hay una huella, tiene que llamar la atención. Si no, todo debe quedar perfecto, plano. Cada vez que alguien caminaba —el actor, el camarógrafo, cualquiera— había que empezar de nuevo.”

30 personas, plumeros y toneladas de sal

Durante el rodaje, el equipo de nieve estaba formado por entre 25 y 30 personas. A eso se sumaban equipos de limpieza y montaje. “Lográbamos cubrir todo, Bruno [Stagnaro] ensayaba o repetía la toma… y teníamos que arrancar otra vez. Fue un trabajo de relojería.” La solución más insólita: plumeros para autos. “Son suaves, livianos y nos permitían dejar todo pulcro sin levantar el material.”

¿El ingrediente estrella para maquillar la ciudad? Sal entrefina. Fácil de conseguir, pesada y visualmente perfecta.

“Usamos casi 595 toneladas. Sin contar la que reciclamos”, dice Enriquez, y sí, leíste bien: quinientas noventa y cinco toneladas. La sal reemplazó a la celulosa, el material que se usa internacionalmente, pero que en Argentina es difícil de conseguir, costoso y poco práctico para dejar huellas realistas.

Buenos Aires, blanca y apocalíptica

A pesar de que parte de la nieve se sumó en postproducción, el equipo debía cubrir grandes superficies para cada escena. “Maquillábamos entre 1.500 y 2.500 metros cuadrados, dependiendo del plano. El Puente de Grecia, por ejemplo, lo cubrimos completo: 195 metros de un lado, 170 del otro.”

Cuando terminaban, la ciudad debía quedar como si nada hubiese pasado. “Había que devolver todo en perfecto estado. La señora que salía a tomarse el colectivo no podía notar que ahí, horas antes, Buenos Aires había sido el escenario de un apocalipsis blanco.”

La nieve más épica del cine argentino

Más allá del presupuesto, los materiales o el tiempo, lo que hizo posible la nevada de El Eternauta fue el ingenio. “En un punto, lo atamos con alambre —admite Enriquez— pero con nivel profesional. Y con mucho amor al oficio.”

Porque cuando la nieve es parte del alma de la historia, no alcanza con que parezca real. Tiene que ser inolvidable



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