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"La historia de Souleymane": cine social que retrata la lucha por el asilo en Europa

 “La historia de Souleymane”: cine con el pulso de la calle y el peso del sistema

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¿Puede una película hacernos sentir lo que significa vivir sin tiempo, sin espacio y sin derechos? La historia de Souleymane, del director Boris Lojkine, responde con una experiencia cruda, urgente y profundamente humana. No es solo cine: es un espejo de Europa, una crítica al sistema y una llamada a la empatía


Desde su estreno, la cinta ha sido comparada con el cine social de los hermanos Dardenne —especialmente con Rosetta (1999)— por su enfoque realista y su cámara pegada al protagonista. Pero Lojkine va más allá: no solo nos muestra una vida precaria, sino que nos arrastra dentro de ella. El espectador no observa a Souleymane… lo acompaña, lo sigue, pedalea con él, siente su angustia mientras el tiempo se le escapa entre las manos.


Souleymane es un “rider” sin papeles que reparte comida por las calles de París. En dos días tiene su entrevista para pedir asilo, la única oportunidad de legalizar su situación. Pero hay un problema: no está preparado. Y no porque no quiera, sino porque el sistema nunca le dio tiempo para respirar, para detenerse, para pensar. Vive corriendo, atrapado en una cuenta atrás que no perdona.

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Lojkine convierte esa carrera contra el reloj en el motor de la película. Souleymane es un cuerpo en movimiento constante, y su falta de espacio físico refleja una ausencia aún más brutal: la falta de un espacio en la sociedad. La cámara nunca se detiene, y tampoco le da tregua al espectador.


Lo más potente es que La historia de Souleymane no cae en el sentimentalismo fácil. No busca lástima, ni tampoco endulza la tragedia. Al contrario: nos planta cara y nos obliga a reflexionar. Porque en el fondo, esta historia personal es también una crítica al modelo europeo que dice garantizar el bienestar… pero muchas veces excluye a quienes más lo necesitan.


Final sin complacencias. Crudo, pero necesario. Como la vida misma.



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